El Conflicto Armado
de El Salvador durante la década de 1980 no fue declarada formalmente por
ninguna de las partes, como ocurre en los enfrentamientos entre países. Fue un
conflicto dentro de la categoría de baja intensidad, que aumentó de forma
progresiva, pasando de enfrentamientos pequeños y aislados a grandes
operaciones militares que afectaron la vida de decenas de miles de habitantes
de todo el país.
En marzo de ese año,
habían muerto 487 personas en actos de violencia política, mientras que en
junio fueron más de 1,000. La actividad de los sindicatos aumentó, hubo huelgas
en empresas privadas y públicas, incluyendo la Comisión Ejecutiva
Hidroeléctrica del río Lempa (CEL). Para fines de 1980, el conflicto
salvadoreño fue adquiriendo una importancia continental y mundial.
Varias naciones
estaban implicadas en apoyo a uno u otro de los bandos en conflicto. Destacaba
en primer lugar, por su poderío y presencia, Estados Unidos que consideraba a Centroamérica
como una zona de confrontación con la antigua Unión Soviética en el contexto de
la Guerra Fría quien buscaba expandir el comunismo internacional.
A tal efecto, el
Gobierno de Estados Unidos aumentó rápidamente el suministro de armamento y
asesoría militar a las tropas del ejército salvadoreño. Al comienzo del
conflicto, la Fuerza Armada contaba con 6,000 efectivos, incluyendo a los
cuerpos de seguridad, pero para 1987 esta cifra había ascendido a 56,000.
La dirección militar
del ejército también se fortaleció bajo asesoría estadounidense; se le dio más
responsabilidades al Estado Mayor, que definía una línea estratégica única. Finalmente,
Estados Unidos proporcionó importantes cantidades de armamento avanzado, incluyendo
helicópteros para el transporte de tropas y aviones diseñados para la lucha contrainsurgente
a nivel nacional.
Por otro lado,
Nicaragua y Cuba dieron apoyo logístico a la guerrilla salvadoreña, incluyendo
adiestramiento y armamento ligero. Los gobiernos de estos dos países tenían un especial
interés en un triunfo revolucionario en El Salvador, ya que les daría más
fuerza a sus propios gobiernos. Desde la ex Unión Soviética y los países de
Europa oriental también llegaba ayuda, vía Cuba y Nicaragua incluyendo fusiles
AK-47, Dragonov y misiles SAM-6.
A la causa de la
guerrilla también contribuyeron otros países como Etiopía, Bulgaria, Vietnam,
Checoslovaquia, Argelia y Libia. Incluso se recogió dinero en la red de
solidaridad del pueblo estadounidense. Todo esto, sin duda, era resultado del
gran esfuerzo hecho por la guerrilla, que desde que se desató el conflicto
desplegó un contingente de habilidosos miembros por todos los rincones del
planeta en busca de la solidaridad, logrando resultados favorables. De otro
modo, hubiese sido imposible montar un aparato militar y logístico que pudiese
tener una incidencia sostenida por muchos años
La organización de la
guerrilla.
La ayuda era
canalizada al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), como
se denominó la organización creada en octubre de 1979 con la participación de
los cinco grupos guerrilleros que habían actuado hasta entonces de manera más o
menos independiente: el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), las Fuerzas
Populares de Liberación (FPL), las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional
(FARN), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y
las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), brazo armado del Partido Comunista de
El Salvador. Aunque existía coordinación sobre la estrategia militar, cada una
de las organizaciones tenía su concepción propia acerca de la mejor forma de
proceder.
La
ofensiva final de 1981
Con la idea de generar
una insurrección popular, el FMLN lanzó una ofensiva general el10 de enero de
1981. De acuerdo con sus dirigentes, dicha ofensiva tenía tres objetivos: la insurrección
de las masas y la huelga general; el ataque a los cuarteles y principales ciudades,
y la sublevación de los militares del ejército que apoyaban al FMLN. También,
tenía como fin lograr una victoria militar antes de la llegada a la Casa Blanca
del presidente electo Reagan.
La lucha armada se
desató al menos en ocho departamentos del país: San Salvador, Santa Ana,
Chalatenango, Cabañas, San Vicente, La Paz, Morazán y Usulután. Los insurgentes
tomaron varios pueblos y barrios obreros, y lograron el levantamiento del
cuartel de Santa Ana. Pero en las ciudades los llamados a la huelga general y a
los levantamientos insurreccionales no tuvieron el éxito esperado por los
dirigentes de la guerrilla.
El llamado a la insurrección
tuvo más eco en el campo, porque las bases de apoyo político de las organizaciones
guerrilleras se convirtieron en frentes de guerra. La ofensiva general duró
aproximadamente diez días, al cabo de los cuales el FMLN se replegó y la fuerza
armada tomó la iniciativa, golpeando las bases militares del FMLN. Si bien la
ofensiva no logró el objetivo esperado de insurreccionar a la población,
evidenció la coordinación y fuerza militar del FMLN. El ejército, después de
este ataque y del repliegue del FMLN, se propuso eliminar a la insurgencia en
seis meses, de acuerdo con el Ministro de Defensa de ese entonces. Por supuesto
era un propósito desmesurado, que desestimaba el enorme poder mostrado por la
insurgencia. El inicio de la guerra en gran escala implicó la casi completa
desarticulación de las redes de apoyo urbano de la guerrilla. El llamado
movimiento de masas, que en los cinco años anteriores se había desplegado con
mucha actividad en forma de manifestaciones y huelgas, desapareció debido a que
la mayoría de sus líderes fueron eliminados por el ejército, o se marcharon al
exterior o a los campamentos de la insurgencia en el campo, sobre todo en
Chalatenango, Morazán y San Vicente. En esos momentos, el FMLN decidió que
debía sustituir su estrategia de insurrección popular por la construcción de un
ejército insurgente más desarrollado y apoyado por la población. Las fuerzas
armadas, por su parte, lanzaron grandes operativos durante 1981 con el objetivo
de eliminar a la guerrilla y a sus bases de apoyo. En el aspecto militar,
concentraron un alto número de tropas en las retaguardias de los insurgentes,
mientras que en el aspecto político se intentó aislar a la guerrilla de sus
bases de apoyo en la población civil. Durante 1981, las fuerzas armadas tomaron
la iniciativa, y lanzaron operativos bajo la modalidad de guerra regular,
concentrando contingentes de soldados con alto poder de fuego en zonas determinadas
y respaldados por bombardeos intensos de artillería y aviación. En enero de ese
año, los Estados Unidos habían comenzado a intervenir de un modo más directo en
la guerra, con apoyo en armas entrenamiento y dinero.
Organización
de los BIRI, la respuesta de la guerrilla.
Los operativos de
gran magnitud causaron muchas bajas a la insurgencia y a sus bases de apoyo.
Varios focos de la guerrilla fueron aniquilados por completo. También, la
población civil sufrió grandemente, en estos primeros años ocurrieron las
masacres de El Mozote y de la Zona Rosa que afectó población civil inocente. A
la par de los grandes operativos, la Fuerza Armada organizó los batallones de contrainsurgencia
(los batallones de infantería de reacción inmediata, BIRI), entrenados en Estados
Unidos para combatir a la guerrilla: el Atlacatl, el Bracamonte, el Belloso, el
Arce y el Atonal. La respuesta de la guerrilla consistió en arreciar las
actividades de sabotaje, tales como la voladura de puentes y de torres de alta
tensión. Por ejemplo, el puente de Oro sobre el río Lempa fue derribado en
octubre de 1981. Pero la guerrilla no lograba golpes contundentes como el
aniquilamiento de cuarteles o la toma de alguna población grande. Por su parte,
la Fuerza Armada no pudo destruir las principales concentraciones de fuerzas guerrilleras,
razón por la cual el ejército tuvo que modificar su estrategia.
Cambio
de estrategia militar contraguerrilla.
La visita a El
Salvador del secretario de defensa de Estados Unidos, Caspar Weinberger, en
1983, provocó el cambio de estrategia. A raíz de su visita, se modernizó el
sistema de mandos del ejército y se introdujo extensivamente el uso de
helicópteros para dar mayor movilidad a las tropas. Esta fue una modalidad de
táctica militar utilizada hasta casi el final de la guerra. Finalmente, se
incorporaron elementos del tipo de Acción Cívica Militar para apoyar a los
operativos militares de gran magnitud. De esta manera, los operativos montados
por el ejército no solo incluían una alta concentración de fuego en una zona
determinada, sino también la ocupación de dicha zona por un largo período,
durante el cual se realizaban acciones comunitarias con la población a manera
de restarle apoyo social al FMLN.
Al inicio del
conflicto, tanto el ejército como el FMLN creyeron que lograrían una victoria decisiva
a corto plazo. Pero a medida que la guerra se alargaba, comenzó a ganar fuerza
la idea de una posible solución a través del diálogo y de la negociación. Sin
embargo, todavía imperaba la opción militar en los principales dirigentes de
las fuerzas en contienda. Pasaron siete años más antes de que las negociaciones
llegaran a un efectivo cese al fuego y se procediera a negociar el proceso de
pacificación para el país.
Elecciones
en medio de la guerra civil.
Las elecciones de
1984 fueron de gran importancia para el país, pues se enfrentaron las dos
principales fuerzas políticas de entonces y sus respectivos candidatos: el
dirigente histórico del PDC, el ingeniero José Napoleón Duarte, y el líder de
ARENA, el mayor Roberto D’Aubuisson. Como ninguno de los dos candidatos obtuvo
una mayoría en la primera vuelta de votaciones, se tuvo que realizar una
segunda, en la que ganó el ingeniero Duarte con un 53.6% de los votos válidos.
El nuevo presidente pronto convocó a una reunión con la dirigencia del FMLN y
del FDR en La Palma, Chalatenango, con miras a buscar el fin del conflicto. Sin
embargo, esta iniciativa, al igual que otras similares que se realizaron en los
años siguientes, no logró una solución negociada al conflicto.
El
recrudecimiento del conflicto y la ofensiva guerrillera “hasta el tope”.
A todo esto, la
ciudad capital y buena parte del occidente del país se mantenían aisladas de la
guerra. Con excepción de actividades de sabotaje que interrumpían el
suministroeléctrico y de diversas bombas y ataques, San Salvador no había
sufrido la intensidad del conflicto como las zonas rurales del centro y el
oriente del país. Pero a partir de 1987, los esfuerzos del FMLN se concentraron
en revivir la actividad política en la principal zona urbana del país.
En consecuencia, la
izquierda en San Salvador resurgió aprovechando los espacios políticos que
ofrecía la naciente democracia. Diversas agrupaciones de trabajadores ligadas
al FMLN se movilizaron en la ciudad, lo que hizo creer al Frente que el
movimiento de masas extinguido en 1981 volvía a tener efervescencia y que
existían de nuevo las posibilidades de una insurrección. En noviembre de 1989,
el FMLN lanzó un fuerte ataque, concentrado en San Salvador y San Miguel, que
duró ocho días. En San Salvador, los insurgentes tomaron al menos seis
poblaciones en los suburbios: Mejicanos, Soyapango, Cuscatancingo, Ayutuxtepeque,
la colonia Zacamil y Ciudad Delgado. Al mismo tiempo, emprendió ataques dispersos
a puntos claves del ejército y de los cuerpos de seguridad, provocados por pequeñas
escuadras de la guerrilla que se movilizaban rápidamente a distintas horas del
día. Esta ofensiva guerrillera fue denominada Hasta el Tope.
Convencidos de que la
población se levantaría, los guerrilleros se fortalecieron en los barrios
obreros. Para desalojarlos, la Fuerza Armada atacó los suburbios. En este
escenario, muchos civiles quedaron en medio del fuego cruzado. No tuvo
respuesta entre la población, pero los insurgentes lograron poner en apuros al
ejército. Fue en este marco de intensos enfrentamientos que se dio la orden
militar para el asesinato de seis sacerdotes jesuitas de la Universidad
Centroamericana, incluyendo a su rector, el padre Ignacio Ellacuría. Este hecho
conmocionó la opinión pública a nivel mundial.
Después
de cruentos combates, la guerrilla se retiró de las ciudades. De acuerdo con
las cifras oficiales, hubo 1,526 muertos del FMLN, 428 de la Fuerza Armada, 64
civiles muertos, 76,000 desplazados y daños materiales superiores a 6,000
millones de colones. El FMLN reconoció 400 bajas entre sus filas de
combatientes. A partir de este momento, quedó en evidencia la imposibilidad de
la derrota militar de alguna de las partes a manos de la otra y se abrieron
mayores perspectivas a la negociación para lograr la finalización del
conflicto.
ENLACES DE INFORMACIÓN
Videos
Documentos
- https://drive.google.com/file/d/19eH4HbqyzApBBPriSm70HfS3tfkqucEN/view
- https://drive.google.com/file/d/1yZk_1WvHc6tEBBCr5A_4QpaQvbZAaa37/view
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