miércoles, 31 de octubre de 2018

EL CONFLICTO ARMADO


 EL CONFLICTO ARMADO




El Conflicto Armado de El Salvador durante la década de 1980 no fue declarada formalmente por ninguna de las partes, como ocurre en los enfrentamientos entre países. Fue un conflicto dentro de la categoría de baja intensidad, que aumentó de forma progresiva, pasando de enfrentamientos pequeños y aislados a grandes operaciones militares que afectaron la vida de decenas de miles de habitantes de todo el país.
En marzo de ese año, habían muerto 487 personas en actos de violencia política, mientras que en junio fueron más de 1,000. La actividad de los sindicatos aumentó, hubo huelgas en empresas privadas y públicas, incluyendo la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del río Lempa (CEL). Para fines de 1980, el conflicto salvadoreño fue adquiriendo una importancia continental y mundial.
Varias naciones estaban implicadas en apoyo a uno u otro de los bandos en conflicto. Destacaba en primer lugar, por su poderío y presencia, Estados Unidos que consideraba a Centroamérica como una zona de confrontación con la antigua Unión Soviética en el contexto de la Guerra Fría quien buscaba expandir el comunismo internacional.
A tal efecto, el Gobierno de Estados Unidos aumentó rápidamente el suministro de armamento y asesoría militar a las tropas del ejército salvadoreño. Al comienzo del conflicto, la Fuerza Armada contaba con 6,000 efectivos, incluyendo a los cuerpos de seguridad, pero para 1987 esta cifra había ascendido a 56,000.
La dirección militar del ejército también se fortaleció bajo asesoría estadounidense; se le dio más responsabilidades al Estado Mayor, que definía una línea estratégica única. Finalmente, Estados Unidos proporcionó importantes cantidades de armamento avanzado, incluyendo helicópteros para el transporte de tropas y aviones diseñados para la lucha contrainsurgente a nivel nacional.
Por otro lado, Nicaragua y Cuba dieron apoyo logístico a la guerrilla salvadoreña, incluyendo adiestramiento y armamento ligero. Los gobiernos de estos dos países tenían un especial interés en un triunfo revolucionario en El Salvador, ya que les daría más fuerza a sus propios gobiernos. Desde la ex Unión Soviética y los países de Europa oriental también llegaba ayuda, vía Cuba y Nicaragua incluyendo fusiles AK-47, Dragonov y misiles SAM-6.
A la causa de la guerrilla también contribuyeron otros países como Etiopía, Bulgaria, Vietnam, Checoslovaquia, Argelia y Libia. Incluso se recogió dinero en la red de solidaridad del pueblo estadounidense. Todo esto, sin duda, era resultado del gran esfuerzo hecho por la guerrilla, que desde que se desató el conflicto desplegó un contingente de habilidosos miembros por todos los rincones del planeta en busca de la solidaridad, logrando resultados favorables. De otro modo, hubiese sido imposible montar un aparato militar y logístico que pudiese tener una incidencia sostenida por muchos años

La organización de la guerrilla.


La ayuda era canalizada al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), como se denominó la organización creada en octubre de 1979 con la participación de los cinco grupos guerrilleros que habían actuado hasta entonces de manera más o menos independiente: el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), brazo armado del Partido Comunista de El Salvador. Aunque existía coordinación sobre la estrategia militar, cada una de las organizaciones tenía su concepción propia acerca de la mejor forma de proceder.


La ofensiva final de 1981
Con la idea de generar una insurrección popular, el FMLN lanzó una ofensiva general el10 de enero de 1981. De acuerdo con sus dirigentes, dicha ofensiva tenía tres objetivos: la insurrección de las masas y la huelga general; el ataque a los cuarteles y principales ciudades, y la sublevación de los militares del ejército que apoyaban al FMLN. También, tenía como fin lograr una victoria militar antes de la llegada a la Casa Blanca del presidente electo Reagan.
La lucha armada se desató al menos en ocho departamentos del país: San Salvador, Santa Ana, Chalatenango, Cabañas, San Vicente, La Paz, Morazán y Usulután. Los insurgentes tomaron varios pueblos y barrios obreros, y lograron el levantamiento del cuartel de Santa Ana. Pero en las ciudades los llamados a la huelga general y a los levantamientos insurreccionales no tuvieron el éxito esperado por los dirigentes de la guerrilla.
El llamado a la insurrección tuvo más eco en el campo, porque las bases de apoyo político de las organizaciones guerrilleras se convirtieron en frentes de guerra. La ofensiva general duró aproximadamente diez días, al cabo de los cuales el FMLN se replegó y la fuerza armada tomó la iniciativa, golpeando las bases militares del FMLN. Si bien la ofensiva no logró el objetivo esperado de insurreccionar a la población, evidenció la coordinación y fuerza militar del FMLN. El ejército, después de este ataque y del repliegue del FMLN, se propuso eliminar a la insurgencia en seis meses, de acuerdo con el Ministro de Defensa de ese entonces. Por supuesto era un propósito desmesurado, que desestimaba el enorme poder mostrado por la insurgencia. El inicio de la guerra en gran escala implicó la casi completa desarticulación de las redes de apoyo urbano de la guerrilla. El llamado movimiento de masas, que en los cinco años anteriores se había desplegado con mucha actividad en forma de manifestaciones y huelgas, desapareció debido a que la mayoría de sus líderes fueron eliminados por el ejército, o se marcharon al exterior o a los campamentos de la insurgencia en el campo, sobre todo en Chalatenango, Morazán y San Vicente. En esos momentos, el FMLN decidió que debía sustituir su estrategia de insurrección popular por la construcción de un ejército insurgente más desarrollado y apoyado por la población. Las fuerzas armadas, por su parte, lanzaron grandes operativos durante 1981 con el objetivo de eliminar a la guerrilla y a sus bases de apoyo. En el aspecto militar, concentraron un alto número de tropas en las retaguardias de los insurgentes, mientras que en el aspecto político se intentó aislar a la guerrilla de sus bases de apoyo en la población civil. Durante 1981, las fuerzas armadas tomaron la iniciativa, y lanzaron operativos bajo la modalidad de guerra regular, concentrando contingentes de soldados con alto poder de fuego en zonas determinadas y respaldados por bombardeos intensos de artillería y aviación. En enero de ese año, los Estados Unidos habían comenzado a intervenir de un modo más directo en la guerra, con apoyo en armas entrenamiento y dinero.
Organización de los BIRI, la respuesta de la guerrilla.
Los operativos de gran magnitud causaron muchas bajas a la insurgencia y a sus bases de apoyo. Varios focos de la guerrilla fueron aniquilados por completo. También, la población civil sufrió grandemente, en estos primeros años ocurrieron las masacres de El Mozote y de la Zona Rosa que afectó población civil inocente. A la par de los grandes operativos, la Fuerza Armada organizó los batallones de contrainsurgencia (los batallones de infantería de reacción inmediata, BIRI), entrenados en Estados Unidos para combatir a la guerrilla: el Atlacatl, el Bracamonte, el Belloso, el Arce y el Atonal. La respuesta de la guerrilla consistió en arreciar las actividades de sabotaje, tales como la voladura de puentes y de torres de alta tensión. Por ejemplo, el puente de Oro sobre el río Lempa fue derribado en octubre de 1981. Pero la guerrilla no lograba golpes contundentes como el aniquilamiento de cuarteles o la toma de alguna población grande. Por su parte, la Fuerza Armada no pudo destruir las principales concentraciones de fuerzas guerrilleras, razón por la cual el ejército tuvo que modificar su estrategia.
Cambio de estrategia militar contraguerrilla.
La visita a El Salvador del secretario de defensa de Estados Unidos, Caspar Weinberger, en 1983, provocó el cambio de estrategia. A raíz de su visita, se modernizó el sistema de mandos del ejército y se introdujo extensivamente el uso de helicópteros para dar mayor movilidad a las tropas. Esta fue una modalidad de táctica militar utilizada hasta casi el final de la guerra. Finalmente, se incorporaron elementos del tipo de Acción Cívica Militar para apoyar a los operativos militares de gran magnitud. De esta manera, los operativos montados por el ejército no solo incluían una alta concentración de fuego en una zona determinada, sino también la ocupación de dicha zona por un largo período, durante el cual se realizaban acciones comunitarias con la población a manera de restarle apoyo social al FMLN.
Al inicio del conflicto, tanto el ejército como el FMLN creyeron que lograrían una victoria decisiva a corto plazo. Pero a medida que la guerra se alargaba, comenzó a ganar fuerza la idea de una posible solución a través del diálogo y de la negociación. Sin embargo, todavía imperaba la opción militar en los principales dirigentes de las fuerzas en contienda. Pasaron siete años más antes de que las negociaciones llegaran a un efectivo cese al fuego y se procediera a negociar el proceso de pacificación para el país.


Elecciones en medio de la guerra civil.


Las elecciones de 1984 fueron de gran importancia para el país, pues se enfrentaron las dos principales fuerzas políticas de entonces y sus respectivos candidatos: el dirigente histórico del PDC, el ingeniero José Napoleón Duarte, y el líder de ARENA, el mayor Roberto D’Aubuisson. Como ninguno de los dos candidatos obtuvo una mayoría en la primera vuelta de votaciones, se tuvo que realizar una segunda, en la que ganó el ingeniero Duarte con un 53.6% de los votos válidos. El nuevo presidente pronto convocó a una reunión con la dirigencia del FMLN y del FDR en La Palma, Chalatenango, con miras a buscar el fin del conflicto. Sin embargo, esta iniciativa, al igual que otras similares que se realizaron en los años siguientes, no logró una solución negociada al conflicto.


El recrudecimiento del conflicto y la ofensiva guerrillera “hasta el tope”. 



A todo esto, la ciudad capital y buena parte del occidente del país se mantenían aisladas de la guerra. Con excepción de actividades de sabotaje que interrumpían el suministroeléctrico y de diversas bombas y ataques, San Salvador no había sufrido la intensidad del conflicto como las zonas rurales del centro y el oriente del país. Pero a partir de 1987, los esfuerzos del FMLN se concentraron en revivir la actividad política en la principal zona urbana del país.
En consecuencia, la izquierda en San Salvador resurgió aprovechando los espacios políticos que ofrecía la naciente democracia. Diversas agrupaciones de trabajadores ligadas al FMLN se movilizaron en la ciudad, lo que hizo creer al Frente que el movimiento de masas extinguido en 1981 volvía a tener efervescencia y que existían de nuevo las posibilidades de una insurrección. En noviembre de 1989, el FMLN lanzó un fuerte ataque, concentrado en San Salvador y San Miguel, que duró ocho días. En San Salvador, los insurgentes tomaron al menos seis poblaciones en los suburbios: Mejicanos, Soyapango, Cuscatancingo, Ayutuxtepeque, la colonia Zacamil y Ciudad Delgado. Al mismo tiempo, emprendió ataques dispersos a puntos claves del ejército y de los cuerpos de seguridad, provocados por pequeñas escuadras de la guerrilla que se movilizaban rápidamente a distintas horas del día. Esta ofensiva guerrillera fue denominada Hasta el Tope.

Convencidos de que la población se levantaría, los guerrilleros se fortalecieron en los barrios obreros. Para desalojarlos, la Fuerza Armada atacó los suburbios. En este escenario, muchos civiles quedaron en medio del fuego cruzado. No tuvo respuesta entre la población, pero los insurgentes lograron poner en apuros al ejército. Fue en este marco de intensos enfrentamientos que se dio la orden militar para el asesinato de seis sacerdotes jesuitas de la Universidad Centroamericana, incluyendo a su rector, el padre Ignacio Ellacuría. Este hecho conmocionó la opinión pública a nivel mundial.
Después de cruentos combates, la guerrilla se retiró de las ciudades. De acuerdo con las cifras oficiales, hubo 1,526 muertos del FMLN, 428 de la Fuerza Armada, 64 civiles muertos, 76,000 desplazados y daños materiales superiores a 6,000 millones de colones. El FMLN reconoció 400 bajas entre sus filas de combatientes. A partir de este momento, quedó en evidencia la imposibilidad de la derrota militar de alguna de las partes a manos de la otra y se abrieron mayores perspectivas a la negociación para lograr la finalización del conflicto.





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