miércoles, 31 de octubre de 2018

PRIMERA JUNTA REVOLUCIONARIA DE GOBIERNO


PRIMERA JUNTA REVOLUCIONARIA DE GOBIERNO


Tras intensas y rápidas negociaciones entre los militares, el Foro Popular y miembros de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador (CCIES) (estos últimos sin el aval oficial de la empresa privada), se creó la primera etapa de la Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG), o Primera Junta, conformada por dos militares y tres civiles.
Composición de la Junta de Gobierno.
Los militares, propuestos por la Juventud Militar y ratificados por asambleas realizadas en todos los cuarteles del país, eran los coroneles Jaime Abdul Gutiérrez Avendaño y Adolfo Arnoldo Majano. Los civiles eran Román Mayorga Quiroz, a la postre rector de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", de la Compañía de Jesús; Mario Antonio Andino Gómez, ex vicepresidente de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador (CCIES), y Guillermo Manuel Ungo, del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).
Las primeras promesas de la junta de gobierno.
Los dirigentes del golpe, presentaron un programa centrista de gobierno, y prometieron una serie de reformas sociales como:
v la reforma agraria
v la nacionalización de la banca y el comercio del café, (principal cultivo del país).
v el cese de la violencia de los cuerpos de seguridad contra la población civil
v la implementación de un verdadero sistema democrático en el país.
Composición del Gabinete.
Se nombró un gabinete de ministros de composición plural, en el que participan antiguos opositores a los gobiernos del PCN, entre ellos, el democristiano Rubén Zamora como ministro de la Presidencia y el empresario Enrique Álvarez Córdoba como ministro de Agricultura, pero también representantes de los sectores conservadores del país como el coronel José Guillermo García, ministro de Defensa.


Las Expectativas de Monseñor Romero.



El arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, que había denunciado los abusos a los derechos humanos del gobierno del general Romero, expresó públicamente su esperanza en las buenas intenciones del nuevo gobierno. Por el contrario, los grupos de izquierda incrementaron las protestas y huelgas en todo el país y rechazaron dialogar con el nuevo gobierno.

VIDA DE MONSEÑOR ROMERO


Oscar Arnulfo Romero y Galdámez nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, Departamento de San Miguel. Su padre era telegrafista y su madre de oficios domésticos Al terminar sus estudios básicos se dedicó al aprendizaje de carpintería y a la música.
En 1930 y a los trece años de edad, que Oscar recibió su llamada al servicio de Dios. Ingresó al seminario menor en San Miguel y luego, en 1937, se mudó a Roma donde terminó sus estudios teológicos en la Universidad Gregoriana el 4 de abril de 1942
Regresó a El Salvador en 1943, a su natal San Miguel y el obispo le confió la parroquia de Anamorós, un pueblo cerca de San Miguel donde se venera la patrona de El Salvador, Nuestra Señora de la Paz.
En 1966, es nombrado Secretario de la Conferencia de Obispos en El Salvador, cargo en el cual permanece por once años más. Durante este tiempo, Oscar difundió centenares de sermones emotivos y espirituales a través de la radio a lo largo y ancho del país, ganándose así el respeto de la comunidad católica.
En 1970, Oscar es nombrado Obispo y ejerce al lado del entonces Arzobispo de San Salvador, Monseñor Chávez y González. También desempeñó su oficio en 1974, en la parroquia de Santiago de María, en el Departamento de Usulután.
El 3 de febrero de 1977, la Iglesia Católica en el Vaticano bajo el mando de Pablo VI, le concedió el título de Arzobispo de San Salvador, sólo unas semanas antes de las elecciones presidenciales que trajeron al General Carlos Humberto Romero a la presidencia de la república. Sangre, tortura y persecuciones enmarcan los tres años que sirvió como Obispo de San Salvador
Durante la guerra civil de este país que daba comienzo en 1979, Monseñor Romero se convirtió en la “voz de los sin voz” y en “el pastor del rebaño que Dios le había confiado” por su férrea defensa de los derechos de los pobres y marginados.
Tras el asesinato de su colega y buen amigo, el sacerdote Rutilio Grande, Monseñor Romero cita las enseñanzas de su Papa favorito, Pío XI: “La misión de la Iglesia no es desde luego política, pero cuando la política toca el altar, la Iglesia defiende el altar.”
Es por esto que Monseñor intervino en el conflicto social que estaba destruyendo a su país y a su gente. Monseñor Romero recurrió a las palabras de San Agustín y Santo Tomás para justificar a quien se levanta contra las leyes opresoras. La defensa de los pobres siempre fue su criterio para juzgar la política.


Monseñor Romero, luego de luchar por los derechos humanos de los pobres y de los oprimidos por el gobierno, cae asesinado por un certero disparo de calibre 25 directo al corazón, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador.
Para muchos, la imagen de Monseñor Romero es el símbolo religioso más grande del país y, desde su asesinato, su legado ha traspasado fronteras y se ha convertido en un símbolo universal de la justicia y de la paz.
Su proceso de beatificación y canonización se inició el 24 de marzo de 1994 a cargo del sacerdote Rafael Urrutia, párroco de la misma capilla donde Monseñor fue asesinado. Ahora le conocen como “El Profeta y Mártir de la Américas”.


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La ausencia en la JRG del PDC como principal partido de oposición.
Llamó la atención la ausencia en la JRG de un miembro del Partido Demócrata Cristiano, la organización tradicional y más fuerte de la oposición salvadoreña. Ello se debió a una maniobra del MNR y el PCS en el Foro Popular, con lo que evitaban la llegada de un dirigente demócrata cristiano con poder o con una influencia que neutralizara a los otros miembros civiles, como José Napoleón Duarte, Adolfo Rey Prendes o José Antonio Morales Erlich. Sin embargo, el PDC no pensaba "gastar" a sus piezas fuertes, y envió a la Junta a los jóvenes miembros del sector progresista, como Mario Zamora, Rubén Zamora, Héctor Dada Hirezi y Jorge Villacorta, quienes sin embargo obtuvieron puestos claves, como el Ministerio de la Presidencia y los ministerios clave.
La reacción de la empresa privada.
La presencia de Mayorga, de Ungo y de los progresistas del PDC, así como de figuras ligadas a los jesuitas de izquierda, puso en guardia a la empresa privada, que no apoyó (e incluso saboteó) a su representante; los militares tradicionales, interinamente replegados, también se pusieron en guardia. De inmediato comenzaron las pugnas entre los participantes civiles en el gobierno, y entre éstos y los militares. Era claro que la alianza no duraría mucho tiempo, y el ejército comenzó conversaciones paralelas con los miembros tradicionales del PDC.


La reacción de las organizaciones sociales que no se frenaron con la llegada de la JRG.




Aunque se esperaba que el golpe de estado y la conformación de la JRG frenaran el movimiento popular, o al menos darían un respiro, las cosas empeoraron. Aunque el PCS dio su "apoyo crítico" al gobierno y varios de sus más destacados militantes ocuparon ministerios, viceministerios y oficinas, el FAPU se lanzó a la lucha de calle junto con el Bloque Popular Revolucionario para exigir un pliego petitorio muy similar al que planteaba la Proclama de la Fuerza Armada como parte de su plan de gobierno: aumentos salariales, reforma agraria, disolución de ORDEN. Congelamiento de alquileres, etcétera. Por si fuera poco, las LP-28 realizaron tomas de poblaciones periféricas, apoyadas por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y llamaron a la insurrección; fueron combatidos por las fuerzas de seguridad,con importantes bajas entre sus militantes y la población civil.




Las tomas de fábricas, de los ministerios de Trabajo y Economía, la persecución de la guerrilla contra los militantes de ORDEN (disuelta mediante decreto a los pocos días del golpe de estado), las manifestaciones diarias y los ataques a guarniciones de la Guardia Nacional en el campo se sumaron a las pugnas entre las partes gobernantes, en especial a las presiones de los civiles contra los militares, jóvenes o tradicionales.


La ruptura de la primera Junta Revolucionaria de Gobierno.
Los sectores institucional y conservador el ejército, además, entraron en conflicto con los militares jóvenes, y éstos echaron en cara a sus antiguos aliados el sabotaje contra la Proclama. Así, el 28 de diciembre de 1979 se produjo una reunión entre los miembros del gabinete civil, la JRG y representantes de los diferentes sectores del ejército, que terminó en un enfrentamiento que llevó a la ruptura de la Primera Junta. La espiral de violencia entre los grupos armados de izquierda, los escuadrones de la muerte y los cuerpos de seguridad continuó durante noviembre y diciembre de 1979; el país vivía un ambiente de pre-guerra, mientras la esperada reforma agraria tardaba en implementarse. Entretanto, las contradicciones internas dentro de la Junta pronto se hicieron evidentes, con el Coronel Majano representando, el punto de vista de los sectores militares progresistas y el Coronel Gutiérrez que representaba más la opinión de los sectores conservadores de la Fuerza Armada. Entre el 2 y el 5 de enero de 1980, los 3 miembros civiles de la Junta, dimitieron, junto con el gabinete de ministros, excepto el ministro de defensa, coronel García. El 2 de enero, el arzobispo Óscar Arnulfo Romero celebró una reunión de mediación, que fracasó: en ese momento, paralelamente, estaban renunciando varios miembros del gabinete, y las dimisiones continuarían durante la siguiente semana.







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